Eduard Veniamínovich Savenko, alias Limónov de limón y limonka o granada de mano. |
La primera parte de esta novela-documento me dejó la
misma impresión que la que explica Manuel Alcántara Plá en Artivismo; pero, a medida que avanzaba la lectura, me iba hartando de Eduard Veniamínovich Savenko y, al seguirle los pasos en la
red, una palabra me vino a los labios: degoutant.
Emmanuel Carrère intenta captar la desmesura de este
personaje salvaje, provocador y con todos los atributos del sexismo machista
con pseudo antonomasias:
"ahora usa bigote y una perilla grises que le
dan un poco el aire del D'Artagnan envejecido en Veinte años despúes, mucho el de un comisario bolchevique y en
particular el aspecto de Trotski, con la salvedad de que Trotski, que yo sepa,
no hacía body building." P. 21.
Sólo le falta compararlo con Wladec, el protagonista
de El enamorado de la Osa Mayor,
personaje de frontera con unos rasgos que prefiguran al dichoso Limónov.
Según las ocasiones, el odioso personaje, puede ser Barry Lyndon, Bob Dylan, Rimbaud, Lou Reed, Jack London,Tintín, Haddock... e, incluso, Putin:
"si uno repasa su vida, tiene la perturbadora sensación de que es un doble de Eduard." P. 386.
Carrére justifica este uso y abuso del recurso:
Emmanuel Carrère |
"aunque a semejanza de Limónov no pueda conocer
a un ser humano sin preguntarme más o menos conscientemente si estoy por encima
o debajo de él, y sin extraer de esta confrontación un alivio o una mortificación,
pienso que esta idea –repito: "el hombre que se considera superior,
inferior o incluso igual que otro hombre no comprende la realidad"– es la
cumbre de la sabiduría, y que una vida no basta para impregnarse de ella, para
digerirla, asimilarla, de tal forma que deje de ser una idea para informar la mirada
y la acción en todas las circunstancias. Redactar este libro es para mí una
manera peculiar de trabajar en este sentido." P. 186.
¡Qué tortura someter continuamente a comparación la
propia valía! Seguir el camino que marca esta sutra budista puede ser una buena
opción para Carrére y de allí nace su "circunspección" frente a
situaciones como la guerra de Bosnia en las que se debate entre el escurridizo
relativismo de: "es un asunto muy complicado" y la indignación de Bernard-Henri
Lévy, que comparto.
Desde el inicio, el autor manifiesta:
"lo que pensé... es que su vida novelesca y
peligrosa decía algo. No sólo sobre él, Limónov, no sólo sobre Rusia, sino
sobre la historia de todos nosotros desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Algo, sí, pero ¿qué? Emprendo este libro para
averiguarlo." P. 30.
No sé si un exceso de "circunspección"
lastra la intención de esta novela-documento, que no es otra que la de toda escritura.
Me ha impactado que el
autor-narrador no tome postura. El silencio puede ser muy elocuente y cada uno
puede interpretarlo a su manera, pero para mí ha sido un revulsivo que me ha llevado a encontrar
"degoutant" no sólo a Limónov, sino al capitalismo depredador y al
oficialismo burocrático que la obra retrata e, incluso, a la reconocida
historiadora Hélene Carrère d'Encausse, madre del autor a la que tanto debe la
parte documental de la obra, cuando afirma con ácida lucidez:
Hélene Carrère d'Encausse |
No puedo juzgar las acusaciones de plagio de Ediciones de oriente y
del mediterráneo, donde se ha publicado obra de Limónov en castellano, aunque sí entender su indignación. Sólo
espero, como dice Todorov, que comprender el mal no signifique justificarlo,
sino darse los medios para impedir su regreso.
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