Me hubiera gustado asistir al derribo de la cárcel vieja o de Amalia, el 21 de agosto de 1936.
Gracias al poder de la escritura he revivido el momento en que el gobierno municipal republicano emprendía la tarea de desmontar aquel símbolo de la opresión donde el hacinamiento, la mala alimentación, la falta de higiene, la corrupción, las epidemias, las injusticias y la represión política eran la ley.
Elsa Plaza ha escarbado en los archivos y nos ofrece el rico legado que ha rescatado: muchas vidas con nombres y apellidos que dan sentido a la historia colectiva: mujeres y hombres, personas presas por delitos comunes y por causas políticas. Por allí pasaron Teresa Claramunt y Enriqueta Martí, Ángeles López de Ayala y Gregoria Foix, una de las últimas mujeres ajusticiadas, Vicente Blasco Ibañez o González Caso… Allí vivieron niños i niñas de hasta 4 años con sus madres presas y a partir de los 9 ya podían regresar como reclusos.
Me limito a reseñar dos escenas que, a mi entender, sintetizan el tono del libro.
El pintor Ramon Casas dibujando desde un carro elevado el asesinado llamado ajusticiamiento de Aniceto Peinador en el garrote vil a manos del verdugo Nicomedes Méndez que inspiró la película de Berlanga.
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| Ramon Casas El garrote vil |
Elsa Plaza ha dado a su libro el acertado subtítulo de: Historia y vida cotidiana. Eso es justamente. Sólo cabe añadir que nos encontramos ante una obra amena y bien documentada que debería ser tenida muy en cuenta, porque el pasado siempre pervive de alguna manera en el futuro.
Gracias por tu comentario. Es la mejor recompensa por tantos años de trabajo. Un abrazo.
ResponEliminaGracias, Elsa, por escribir este comentario. Es también una recompensa para mí. Un abrazo.
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