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dimarts, 10 de novembre del 2020

Irene Vallejo (2019), El infinito en un junco. Madrid: Siruela


Me atrae la portada etérea, el tacto satinado de la cubierta, la delicadeza del dibujo de la flor del papiro, los tiernos tonos verdes y el lomo que permite dejar abierto el libro con facilidad. 

 Las citas iniciales me animan y, a medida que voy leyendo, constato que Irene Vallejo ha conseguido reunir una información enciclopédica sobre el revolucionario invento que tengo entre las manos y que la pone al alcance con rigor y aparente sencillez. Se lee a gusto. Es un ensayo injertado de narración que nos atrapa por su interés, las emociones que nos despierta y la personalidad de su voz. 

 Nos seduce porque contagia pasión por la lectura y la escritura y por las analogías entre el pasado y la actualidad. 

 La autora ha mamado literatura y no solo protege los recuerdos, sino que teje palabras que nos hacen amar lo que le apasiona y nos suma a la multitud que ha hecho posible que los libros sigan iluminando evidencias que pasan desapercibidas: 

 «Para referirse a su tarea intelectual, Aristóteles escogió la palabra theoria y el verbo correspondiente theoreîn que en griego aluden al acto de mirar algo. Esta elección es muy reveladora: el oficio de pensar el mundo existe gracias a los libros y la lectura, es decir, cuando podemos ver las palabras y reflexionar despacio... »

 La lectura y la reflexión nos llevan a las comparaciones entre ayer y hoy. «La atmósfera electrizante alrededor de los corros escritos y su acumulación en la gigantesca Biblioteca —de Alejandría— debía de ser una cosa parecida a la explosión creativa que significa hoy en día internet y Silicon Valley.» 

 Solo estamos a un paso de constatar que «el futuro siempre avanza mirando de reojo hacia el pasado» y que aquello más nuevo acostumbra a sucumbir antes de que los inventos que han demostrado que son difícilmente sustituibles por su utilidad y buenas prestaciones. 

 Sea en tabletas de barro o de plasma, en pergamino, papiro o papel el libro sobrevivirá: es el invento que permite que el infinito quepa dentro de un junco. 

 ¡Qué buen título!

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