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divendres, 21 de novembre del 2014

Antonio Orejudo (2005), Reconstrucción. Barcelona: Tusquets (Andanzas)


Especie de novela bizantina con personajes siempre buscando algo por los caminos de la Europa del s. XVI y con anagnórisis o reconocimientos inesperados que desvelan personalidades cambiantes.
Sorprende la voz narrativa, también elusiva, que va, viene, narra y dialoga. No obstante,  esta compleja maquinaria no me acaba de cautivar, quizás ni lo intenta.
Encuentro momentos magistrales con imágenes que valen un potosí, como el irónico análisis del texto-retrato psicológico:
"un hombre colérico, pero con tendencia a la melancolía. Si no, no se explica ese abuso del ablativo absoluto (...) Se trata de un hombre antielocuente, muy poco solemne y bastante sarcástico, con tendencia a los desarrollos argumentales en espiral, lo que significa que está obsesionado con su ano, que es intelectualmente muy denso y puede hacerse en ocasiones indescifrable. En el trato personal debe de ser un poco pesado." P. 163.
¡Vivan los formalistas rusos, la estilística y la gramática textual ayudando a los censores!
¡Viva también el chi kung, o terapia de la respiración, adaptada por un par de iluminados del Siglo de Oro para explicar el Espíritu Santo y empaparse de panteísmo!
"La respiración purifica la sangre, le decía. Y se cogían de la mano, y se pasaban toda la tarde respirando, notando cómo el Espíritu Santo entraba en ellos. Esa era para él una manera de rezar." P. 204.
Nieta de impresor, me ha emocionado el gusto por el oficio, el ritual de diseñar, forjar y fundir los tipos. Pero el interés no se acaba aquí, porque el invento de la imprenta sirve de símbolo que nos ilustra el continuo refundir de la historia y sus tecnologías:
"A veces, mientras va depositando aquellas piececitas sobre la mesa, le da por pensar que la vida, al menos la suya, es una sucesión de tipos que se han ido deteriorando con el uso hasta quedar inservibles y que se han ido fundiendo junto a otros metales y alumbrando una materia nueva." P. 248.


De pronto, me apetece releer Erasmo y España de Marcel Bataillon y El hereje de Miguel Delibes. Estoy convencida de que estas matrices continúan ayudando a entender nuestro mundo.

De viejos saberes hay que saber guardar recuerdos conformes, o algo parecido, decía Unamuno de Salamanca.






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