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dimecres, 27 de desembre del 2017

Els fills del sol. Direcció: Ramón Costafreda i Kiko Ruiz Claverol Guió: Ramón Costafreda, Pepe Coira, Daniel Domínguez i Alfred Pérez-Fargas & Roger Danès




Una pel·lícula diferent amb temes poc habituals com l’exili interior i el moviment naturista.
M’explico.
Els perdedors de la guerra del 1936 que van optar per quedar-se, convençuts que en no haver fet mal a ningú no tenien res a témer, van acabar pagant un alt preu: econòmic, de presó i de desterro per la decisió presa. Malgrat tot, la seva tasca va ser fonamental per aixecar el país i fer brotar guspires d’allò que havia estat l’esperit obert i la tasca educadora de la República.
Pablo Derqui fent de Ferran Calvet

Ferran Calvet és un d’aquest personatges que mereixen sortir de l’anonimat i que aquí està magníficament retratat i interpretat. En el científic català conflueix l’altre aspecte que ha caigut en l’oblit: el pòsit que el naturalisme representa per a l’ecologisme.

En front de la ciència basada en la natura Els fills del sol posa en qüestió la tècnica de la lobotomia, emprada en aquells moments per tractar suposats problemes psiquiàtrics, i en fa un ús metafòric de llarga tradició i que avui revifa, per explicar com es sotmet un individu o una nació.

Però aquesta metàfora és aquí més original i més rica perquè s’enriqueix quan es relaciona amb la gran pregunta: Què és verí i què és medicina al laboratori i a la vida?

La banya de sègol, que apareix ja a l’inici de la pel·lícula,  i la poma de Blancaneus, que surt en boca del Dictador més tard, són dues línies de força que unifiquen i donen sentit al film.

No escric res més.


Els fills del sol diu el que cal i com cal.



dimarts, 19 de desembre del 2017

Miguel Delibes (1972) Un año de mi vida. Barcelona: Destino


En un reciente viaje a la querida Salamanca, aquella que según Unamuno “guarda recuerdos conformes”; visité la librería Galatea. Me quedé con la primera edición de este dietario del  año 1970 que Delibes escribió a instancias de su editor y amigo Josep Vergés.



No puedo considerarla una obra menor, sino el retrato de una sociedad que hoy es de plena actualidad. Al leer, no solo revivo el pasado, también encuentro el germen y la pauta de situaciones que permanecen.

Los temas candentes del ayer, siguen siendo los mismos: la justicia social, la libertad de expresión, la despoblación del campo, el respeto de la naturaleza y su disfrute, aquella técnica que deshumaniza, la vida periodística y cultural, el trabajo literario, los toros, los deportes y el trabajo literario.

La posverdad, palabra que entrará en el DRAE en breve, ya existía aunque no tuviera término que la  designara:

“14 de diciembre.— El señor ministro de Justicia ha tenido la atención de contestarnos al P. Llanos y a mí. Entiende que la palabra protesta no es consecuente con nuestra actitud de no-violencia ya que en sí misma encierra una violencia. Esto es un círculo vicioso. Los más grandes no-violentos del mundo –Ghandi y Lutero King— fueron protestatarios, protestatarios pacíficos pero inflexibles. Ellos deben ser nuestro ejemplo.” P. 100.

Si se entiende que protestar es ser violento, se justifica la acción de la censura y la represión de la que se queja Delibes, tan prudente que ni hace explícito el hecho de que los dos grandes no-violentos acabaran asesinados.

Veamos como actuaba la censura en estos años de “apertura”:

“la diferencia entre el antes y el después de la Ley de Prensa estriba para mí en que “antes” no te dejaban preguntar, y “después” sí pero no te responden, de forma que en cualquier caso la posibilidad de diálogo se va a paseo.” P. 101.

¿Reconocen la pauta de actuación?

Veamos, ahora, como trata un aspecto social nada banal.

Delibes teme que el turismo haga resurgir la mentalidad hidalga que prosperó a raíz de la llegada del oro de las américas a Castilla en el s. XVII y lo razona de la siguiente manera ante sus alumnos:

La actitud aristocrática de la “Iglesia, mar o casa real” encontró en el pueblo el triste eco de la “sopa boba” que se repartía graciosamente en los conventos. Les expuse mi temor de que el turismo pudiera ocasionar en nuestros días los mismos trastornos en extensas zonas del país. Los ingresos sin contrapartida comportan este riesgo. Y les recordaba, de paso, la vergonzosa Real Cédula de 1682 que hubo de declarar, más o menos, que mancharse las manos no era denigrante para conseguir que algunos arrimasen el hombro.” P. 152.

Desde luego que hoy tenemos otra visión del turismo, pero el temor de Delibes en este país que basa su economía en la construcción y los servicios puede ser compartido hoy.

Encuentro que este libro, forjado en Barcelona cerca de donde yo estudiaba el bachillerato que decidiría mi amor a la literatura, la reflexión sobre el trabajo literario es de una gran frescura, amenidad y profundidad. Sólo destacaré dos fragmentos, en el primero se analiza con sencillez el trabajo del novelista:

… ante las cuartillas vírgenes, el novelista debe tener la imaginación suficiente para recular y rehacer su vida conforme otro itinerario que anteriormente desdeñó.” P. 93.


Ni más ni menos que la idea madre del último libro de Paul Auster. Un tema clásico que, por lo tanto, nunca muere.

No puedo resistirme a comparar la situación actual del IVA cultural con estas palabras del maestro Delibes que dejo como colofón:

En el reglamento de la contribución sobre la renta hay una disposición según la cual los ingresos extraordinarios de los artistas pueden distribuirse en tres anualidades a efectos de tributación. Fiado en ella pedí su aplicación a los derechos de la edición de “La hora roja” de RTV, a todas luces un ingreso fuera de lo ordinario. Respuesta de la Hacienda Pública: “Esto no le corresponde a usted. Los artistas son los futbolistas y los toreros.” Ni una palabra más.” P. 213.

Eso fue y eso es, espero que no sea así siempre.





dijous, 30 de novembre del 2017

Paul Auster (2017) 4 3 2 1. Barcelona: Seix Barral. Traducción de Alberto Nolla


¿Es el puro azar o el destino implacable el responsable de la elección entre los caminos infinitos de la vida? 

Todo ser humano se ha interrogado de forma parecida. Quien escribe novelas se lo pregunta más a menudo porque, a medida que se avanza en el planteamiento y en la redacción de un relato, los personajes se van empoderando, por decirlo con una palabra del momento; mientras el o la novelista debe, con esfuerzo, rechazar alternativas para conseguir que todo encaje y que parezca que ocurra lo que deba ocurrir a la vez que cautive y sorprenda. 

Este conflicto es el que llevó, por ejemplo,  a Unamuno o  Pirandello a hablar con sus personajes y a  Pedrolo a escribir la serie Temps Obert con 11 variaciones del personaje de Miquel Bastida.  Ahora Paul Auster afronta el reto de dar cuenta del abanico de posibilidades vitales de un personaje desdoblado.

Versiones de Miquel Bastida

“Idénticos pero diferentes, en este caso cuatro chicos con los mismos padres, el mismo cuerpo y el mismo material genético, pero viviendo en casas diferentes de ciudades distintas, cada uno con sus propias circunstancias particulares.” P. 358.

La peculiaridad de Auster es que se trata de una novela autobiográfica, en la que el personaje 1 es el escritor de su propia historia, amplificada con tres versiones añadidas.

“…tres versiones de sí mismo, narraría las tres historias en paralelo a la suya propia (más o menos su propia historia, porque él también se convertiría en una versión novelada de sí mismo)". P. 857.

El aspecto metaliterario  es el que más me interesa de la obra: una novela dentro de una novela con múltiples reflexiones sobre el trabajo de escribir como la alegría y la angustia de ver publicada una obra:

Prolusiones brotó de la tierra de forma tan inesperada como el primer azafrán a principios de primavera.” P. 840.

“En caso de que volviera a publicar otro libro, se taponaría los oídos con cera, se vendaría los ojos, se ataría al mástil del barco y aguantaría la tormenta hasta que las sirenas ya no pudieran alcanzarlo.” P. 841.



La obra, como la anécdota de la historia del apellido del protagonista, pretende “convertirse en una parábola sobre el destino humano y los interminables desvíos que una persona se encuentra en el camino de la vida.” P. 845.

A esta dimensión filosófica hay que añadir la voluntad de revivir el marco histórico de USA entre los años 50 y 70 para dar dimensión social al personaje. Así el protagonista espera con frustración el resultado del sorteo que decidirá si tiene que ir a la Guerra de Vietnam:

“El país se había convertido en un casino pero tú no podías tirar los dados”. P. 841.

Lo filosófico y lo social se complementan y apuntan en la misma dirección existencial en un tour de force narrativo que aspira a conseguir como Crimen y Castigo  ser capaz "de volverlo a uno del revés y ponerlo patas arriba”.

No he sido afortunada, con 4 3 2 1 no me ha sucedido.




dimecres, 22 de novembre del 2017

Natalia Ginzburg (2015), Les petites virtuts. Barcelona: Àtic de llibres. Primera edició Torí 1962. Traducció d’Elena Rodríguez




Aquesta lectura m’ha fet venir al cap la melodia de La Gavina cantada per Marina Rossell amb “dolça melangia.” No sé si és una petita virtut evocar música en llegir,  potser és un efecte de  l’amor a la lectura o un rebrot de la vocació, gràcies a la qual:

“Si no n’hem renegat ni l’hem traït” la deixarem d’herència als fills. Perquè: “una vocació és l’única salut i l’única riquesa veritable” P. 185.

Si hem mostrat “desig d’ésser i de saber” i ens en hem separat sense allunyar-nos massa, els nens creixeran “tranquil·lament fora de nosaltres, envoltats de l’ombra i de l’espai que necessita el brot d’una vocació, el brot d’un ésser.” P. 185.

La música de la joventut m’acompanya quan faig repàs de les virtuts que des d’una timidesa valenta i una melangia amb un bri d’esperança fa créixer en els lectors NG: la responsabilitat moral, la misericòrdia, la tolerància, l’amistat que treu el millor de nosaltres i la bellesa de l’ofici d’escriure que fa contemplar el món des d’un lloc particular.

M’aturo en aquesta mirada observadora d’escriptora que permet que un fet quotidià com el trasllat d’un mirall li faci sentir una sensació d’exultació màgica “...passava la imatge de la meva felicitat, el mirall verd i brillant amb el seu marc daurat.” P. 109.


Tot això expressat amb un estil que com una bona conversa “deixa de banda els tòpics, els pensaments imprecisos, les incoherències.”  P. 39.

Les metàfores segueixen aquesta consigna són originals, aclaridores i coherents amb la seva personalitat:

La protecció de la infantesa que crea sers lliures:

“Potser per aprendre després a caminar amb sabates trencades, és bo tenir els peus eixuts i calents quan s’és un nen.” P. 34.

El valor social de l’amistat:

“La nostra ciutat s’assembla, ens n’adonem ara, a l’amic que hem perdut i que era molt estimat.” P. 36.

La melangia més desolada, l’anglesa:

“Igual que l’herba, l’ànima es bressola en silenci en la seva solitud verdosa regada per una pluja tèbia.” P. 59.

El resultat és la bellesa poètica que tan bé defineix:

“La bellesa poètica és un conjunt de crueltat, de supèrbia, d’ironia, de tendresa carnal, de fantasia i de memòria, de claror i de foscor.” P. 119.

De tot això m'ha fet gaudir Les petites virtuts. 




dijous, 16 de novembre del 2017

Bernardo Atxaga (2004) Obabakoak. Barcelona: Ediciones B. 1ª edición 1989 . Club de Lectura Biblioteca Can Manyer. Vilassar de Dalt

Nunca nos bañamos otra vez en el mismo río ni leemos por segunda vez el mismo texto. Por ello, los de Obaba me cuentan hoy cosas diferentes que hace más de veinticinco años.

Algunos cuentos que aquí aparecen, como el criado del rico mercader o las instrucciones para escribir un cuento en cinco minutos, me han acompañado en clases y talleres de escritura; otros los tenía perdidos en algún rincón de la memoria. De todas formas, el lagarto continúa acechándome para distorsionar todo lo que escucho y convertirlo en literatura.

Esta vez he leído sobre lo ya leído y he descubierto un río diferente.

Ahora buscaba el tema de los temas, la metáfora de las metáforas. No tenía suficiente con la parábola del juego de la Oca que cierra el texto. Buscaba una correspondencia más honda, el río de aguas subterráneas que subyace al suelo de las palabras.

Y esta corriente profunda no es otra que la llamada “tradición literaria”. Pero, cuidado, no  entendida como tradición conservadora de cualquier espíritu nacional, sino como la corriente de agua viva de la que bebe toda creación. Un río universal que se nutre del folclore bien entendido y en el que se funden oralidad y escritura.

La imagen de un pergamino reutilizado o palimpsesto me viene a la mente. Como el manuscrito de Arquímedes sobre el que se reescribieron salmos y que gracias a los progresos químicos y ópticos reveló sus secretos hace unos diez años.


Escritura subyacente que estaba oculta en el palimpsesto de Arquímedes

De manera parecida ocurre con la tarea de escribir diferentes versiones de cuentos tradicionales o de crear una colección de relatos al modo del Decamerón o de las Mil y una noches o al evocar un viaje con alusiones a la Divina Comedia. Con estos elementos y la observación atenta de la realidad se crea esta caja de historias que narra nuestro:


 “errar diario, este misterio de ir viviendo que casi no cabe en una metáfora.” P. 60.

Escribir es reescribir. Alguien llamó a este fenómeno el segundo grado de la escritura. Por la misma regla de tres, releer debe ser el segundo grado de la lectura.



Publicado en 1982

Pero todo queda en palabrería si no se baja a la arena, si no se construye la lengua literaria en el idioma propio, si no se rescata la voz auténtica y personal de las palabras con las que nos hemos bañado en la infancia: todos los idiomas han tenido que hacer esta tarea, que aquí se concreta en el euskera. Los que escribimos en catalán lo comprendemos bien.

Hay que defender cada una de las manera de ver el mundo que proporciona cada idioma, hay que encontrar el pulso y el ritmo que den consistencia a la ficción de escribir como se habla. Esta es una tarea noble y universal, no puede ser de vuelo corto, la literatura no es de ninguna nacionalidad por algo todas las lenguas son hermanas, primas o vecinas, incluso el singular euskera.

En esta riqueza encuentro, ahora, las raíces de Obabokoak; en la pluralidad de las voces y los ecos, en la diversidad de lecturas que vislumbro, en la sabia disposición de los relatos que parece que se agrupen de forma espontánea: 


“Las historias que ha reunido el azar no las disperse el autor.”
 P. 246.

Pues bien, ¿Qué medios utiliza el escritor para conseguir esta fingida naturalidad?

La maestría de saber borrar y reescribir, aprendida de clásicos, incluso del siglo XIX con su romanticismo y su realismo a cuestas. Atxaga sigue las normas para plagiar del tío de Montevideo que pretendía crear el corpus necesario para formar una tradición literaria en el idioma propio.

Pero nuestro escritor va más allá y no solo acude a los antiguos sino también a los grandes modernos: Borges asoma en el tema de la memoria, que... 

“igual que una presa, necesita de unos aliviaderos para no desbordarse” P. 123

Intuimos a Cortazar en ciertas instrucciones y en la evocación de la contiguidad de los parques. 

Salgo a la orilla del río-texto y me resguardo en mi rincón de lectura y de escritura abrigada, como Esteban Werfell, por “una muralla de papel” y con una ventana desde donde se puede ver el cielo y los árboles del parque vecino. Esta puerta al exterior mitiga:

“esa otra oscuridad que, muchas veces, crea fantasmas en el corazón…” P. 25.

En mi refugio, como en Obobakoak, la aventura continúa porque siempre queda por encontrar la última palabra.