Han caído los muros
de los antiguos laberintos, pero nuestro mundo continúa siendo un lugar
inhóspito donde uno puede perderse con facilidad. El laberinto de nuestra
sociedad posmoderna, digital y globalizada se identifica con la imagen del
desierto: espacio abierto y mutante sin señales ni guías.
El principal problema "ya no es encontrar la única salida (entre muros y puertas cerradas), sino sobrevivir y reciclarse continuamente dentro de un laberinto de dunas sin límite y siempre cambiante por los vientos de la historia o el desarrollo tecnológico." P. 17.
Las metáforas le
sirven a Mayos de lazarillos en la tarea necesaria y compleja de dotar de
sentido la ingente información que maneja y que es el sino de nuestra época.
Totalmente de acuerdo, ésta es la función de las metáforas: actuar de linternas
para iluminar el entendimiento.
Marcuse, Sontang y Lakoff ya nos enseñaron que multitud de actos cotidianos, casi mecanizados, están condicionados por las imágenes que se infiltran en nuestro lenguaje, en nuestra cultura e, incluso en nuestro cuerpo y en nuestras forma de ocio.
Así, si el ser humano
ha sido visto a lo largo de la historia como un guardabosques, un jardinero o
un cazador, ahora, quizás sería mejor que pasara a convertirse en un observador
que hace públicas sus visiones y actúa de forma minimalista con mesuras
coordinadas y efectivas.
Por otra parte, hoy
todo parece wiki, cool, burn, líquido
y maleable; aunque también: slow,
reticular, mestizo, verde y lila. Depende de donde pongamos el foco de la
linterna metafórica, que es una herramienta de gran poder aunque pueda
ocasionar zonas de oscuridad y equívocos de perspectiva.
Por ejemplo, para
volver a la sugerente imagen del moderno laberinto del desierto. Existen otros
laberintos sin muros que son caminos de perfección, como el laberinto de la Catedral
de Chartres.
Así mismo, en
determinares lugares, el desierto real se puebla por las noches: aflora la
gente, juegan los niños, suena la música y se intuye que allí existe una
comunidad humana, un pueblo, aunque no lo parezca.
¿Se trata de
excepciones? Seguro que sí, pero me gusta ver estas pequeñas realidades fuera
del foco de la linterna, como indicios de un posible cambio.
Porque hay una
juventud que coloca lo común en el centro de sus itinerarios, que no consume
compulsivamente y que desea un mundo más igualitario. Una juventud acostumbrada
a trabajar en una red que no sea alienante, sino que sume esfuerzos y fomente
la equidad.
Espero que el nuevo
libro que anuncia Mayor ponga el foco en esta juventud e ilumine, con su saber,
el camino de salida de los nuevos laberintos.
Me niego a perder la
esperanza.
"Pues en el desorientado hombre turboglobalizado, la gran esperanza de empoderamiento estriba —como ya apuntaba Nietzsche— en devenir "niño" pues es la mejor posibilidad de un "nuevo y radical comienzo." P. 113.
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