Contar
con una magnífica novela gráfica para acercar a los jóvenes lectores del siglo
XXI la historia de Ana Frank es una alegría y un placer.
Recuerdo
la edición censurada que leí en voz alta hace unos cincuenta años durante las clases
de labores en el colegio de las Dominicas del Raval de Barcelona. No he releído el Diario de Ana Frank hasta hoy, justo antes de deleitarme con esta
adaptación a novela gráfica.
¿Qué debía impulsar a las religiosas a proporcionarnos esta
lectura? Seguramente una cierta idea de “apertura” preconciliar que dominaba
sectores importantes de la congregación. Supongo que se pretendía formar mujeres cultas
con conciencia ético-social, insertas en
la circunstancia histórica que nos tocaba vivir y, sobre todo, autosuficientes. Valores que continúan vigentes.
Creo
que Anne Frank continúa siendo un modelo vital imprescindible en el siglo XXI,
más aún, cuando las inevitables y escasas secuelas del tiempo han sido pulidas
en una adaptación no solo fiel, sino coherente y atractiva.
Las
metáforas visuales se sobreponen y combinan con las utilizadas por la autora por ejemplo con la animalización de los personajes.
Las imagenes también plasman en imagenes el ansia de conseguir la igualdad de opartunidades de la mujer:
"Creo que todo el concepto de que el tener hijos constituye un deber de la mujer, cambiará a lo largo del próximo siglo, dando lugar a la estima y a la admiración por quien se lleva esa carga al hombro, sin rezongar y sin pronunciar grandes palabras."
P. 353 de la edición Debolsillo.
También el sentido del humor y la pervivencia de la obra
Quizás lo más sorprendente sean las grandes viñetas que plasman emociones jugando con conocidas obras de arte.
Sólo un aspecto echo en falta: el amor por la lectura y por la escritura que se desprende del texto. En este mundo tan visual me emociona leer las palabras de la joven que no pudo llegar a cumplir su sueño de ser escritora:
"Quienes no escriben no saben lo bonito que es escribir."
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