¡O Fabia, o retrato, o
copia
de cuanto naturaleza
puso en ingenio
mortal!
Fabia-Rosa Maria Sardà es tanto la mediadora entre el
espectáculo y el público, como la alcahueta que mueve magistralmente las manos
para tejer el destino de los amantes que ya ha sentenciado la canción.
Que de noche le
mataron
al caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.
La magia se instala en la escena con la canción tradicional
que dio origen al texto. La música no abandonará la representación: retumbar de
tambores, ulular del viento, notas agudas que cascabelean, el tango... Su ritmo
alterna con la vibrante palabra poética de Lope que los actores mastican y
escupen con brío.
Se crea una corriente magnética de vida y arte que absorbe
al espectador y le hace aplaudir a rabiar. Espectáculo en estado puro que, quizás
de algún modo, recrea el de las corralas.
Me dejo llevar por el entusiasmo colectivo, aunque el fácil
recurso del gracioso andaluz se me atragante y el tablao flamenco del escenario
me rechine cada vez que se mencionan las vallisoletanas villas de Olmedo y Medina
del Campo.
¿Dónde está el decoro que
me enseñó el maestro Francisco Rico, también antiguo profesor de Lluís Pasqual?
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