La cenicienta Joséphine siente vagos deseos de suicidio de
"desangrarse llorando, ignorar si el líquido que sale de una es rojo o
blanco". Su vida es gris frente a la de color de rosa de su hermana Iris y
la de Tarzán de pacotilla de su marido. Tiene una madre a la que apodan
"La Escoba" y que afirma que la "cigüeña debió equivocarse"
cuando la dejó en su casa. En fin, es
"una montaña de miedo" pero, aunque su salario "llore de
lo pobre que es", capta detalles que los demás pasan por alto "porque
tienen la piel de cocodrilo".
Los cocodrilos buscan el poder como los humanos "envían
señales sin cesar para mostrar quien es el jefe" y siempre vigilan "parecen
linternas sobre el agua. Pequeñas luciérnagas amarillas que flotan." Joséphine
está rodeada de cocodrilos y va a tener que luchar contra ellos, aunque es del
tipo de personas que nunca tendrá ojos amarillos.
Para que la calabaza se convierta en carroza solo falta
escribir un libro y saber venderlo, ya tenemos el libro dentro del libro. Joséphine
tiene que llenar las hojas en blanco y busca ayuda en las estrellas para lograr
inspiración y un tono de "conversación escrita."
Poco a poco la protagonista se va acorazando con la ayuda de
Shirley y recupera la autoestima. Diríase que hay dos tipos de amigas: las que
clavan la estaca y las que son una estaca en la que apoyarse y así es la
sorprendente amiga inglesa de Jo.
No dejan de aparecer las, llamadas, tradicionales armas
femeninas que se utilizan para lograr fines de justicia poética. "¿Cómo
conservar a un hombre? Con un polichinela en el cajón." Es decir, teniendo
un hijo.
La diversión está asegurada con una trama en la que aparecen
y desaparecen muchos "polichinelas" cosa que provoca una lectura
voraz. Novela amable que, como no, ha dado lugar a una película que tendrá
éxito en el canal Cosmopolitan. Me sabe a pan con chocolate.
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