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divendres, 18 de desembre del 2015

Javier Pérez Andújar (2011), Paseos con mi madre. Barcelona: Tusquets (Andanzas) Club de Lectura de la Biblioteca de Can Manyer. Vilassar de Dalt.


Miquel Fuster, 15 años en la calle

Paseos con la madre y con el lenguaje que Pérez Andújar ha mamado entre los bloques de pisos del cinturón rojo de Barcelona.
Su voz, entre desencantos e ironías, proclama una indeleble conciencia de clase, el orgullo de provenir del proletariado y de convertirse en trabajador de las palabras jugando con ellas en el barrio, en la Facultad y en cómics y revistas como  Ajoblanco.


Pero el pensamiento y el estilo del autor es metafórico, ya que se basa en analogías: "la tecnología con que funcionan los sueños".

La Biblioteca es al barrio como la selva del Amazonas es al planeta.

Encontramos tal cantidad de metáforas que en algunos momentos nos entra el vértigo del salto entre realidades diferentes. Ya lo sabemos, como más diferentes sean las realidades que se equiparen, mayor sensación de estimulante pirueta.

Me interesan las analogías críticas que oscilan entre la comicidad y el conceptismo. Así la que termina el párrafo en que rememora el entierro con honores del alcalde Porcioles en el que se diluyen "los viejos tiempos como mi abuela las gotas para la memoria en un vaso de agua" o la que cierra un comentario sobre el astro Plutón que estudiamos como planeta y que ahora no es considerado como tal sino que ha regresado a la periferia de los conocimientos secundarios: "A Plutón le pasó con el siglo XX lo que a muchos en Barcelona con los años setenta."
Sin embargo las imágenes que he rastreado con más placer son las que siguen el camino que lleva a convertirse en escritor y a encontrar su voz.

Ricardo Opisso, La Rambla. El río filosófico de Barcelona

El deseo de ser un quinqui para salir al paso de la gente de la Rambla y arrebatarles sus secretos, o cuando escucha las conversaciones en el autobús y no puede seguir leyendo porque allí está el lenguaje vivo que confunde "dentadura" con "dictadura", porque allí se fragua la vergüenza de ser catalán como la vergüenza de ponerse corbata.
A veces la lírica le puede:
"Llueve sobre la acera como llueven palabras sobre los libros." P. 45.
Pero el pensamiento analógico con su regla de tres de toda la vida es el que da la puntilla para encontrar un arraigo precario:
"Las palabras crean realidad pero esta no les pertenece, igual que el obrero crea riqueza sin formar parte de ella."
Me gustaría creer que la plusvalía de las palabras se encuentra en las selváticas bibliotecas de los barrios y los pueblos.



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