"Las casas parecen locomotoras de motor,
las chimeneas desprenden un humo gris que hace crujir el cielo de acero."
Todo está metamorfoseado por la nieve cuando un bebé no deseado nace con el corazón congelado: Jack.
Las metáforas y los símbolos se suceden,
mientras el niño va creciendo gracias a que su débil corazón está controlado
por un reloj. Un marcapasos del siglo XIX, ideado por la bruja buena de
Madeleine le ayuda a mantenerse con vida.
Pero la doctora-madre Madeleine pronto advierte
a Jack, de manera semejante al hada del cuento de Blancanieves:
"Primero, no toques las agujas de tu reloj.
Segundo, domina la ira. Tercero, y el más importante, no te enamores
nunca."
Jack incumplirá las tres normas y emprenderá un
viaje que lo liberará de la protectora y cariñosa Madeleine y lo llevará a
descubrir los placeres y sinsabores de la vida y a descubrir la mecánica del
corazón.
Pero en algún momento del trayecto en busca de su
idealizado amor Miss Acacia se rompe el ritmo argumental como si el autor se
hubiese emborrachado de personajes y símbolos.
Por otra parte, los personajes con más fuerza y atractivo son
los masculinos, mientras que los femeninos parecen sólo esbozados y algo estereotipados. Dejando de lado a Jack, Arthur y Méliès son figuras complejas y
de gran potencia narrativa.
De hecho, quizás la inclusión de la figura histórica de
Georges Méliès fuerce la línea argumental y provoque la sensación
de desajuste del final.
Lástima que este original cuento mágico-gótico tenga arrancada de
caballo
y frenada de burro.
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