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divendres, 22 de setembre del 2023

El cuco, Dirección de Mar Targarona. Guión de Alfred Pérez Fargas , Roger Danès. Intérpretes: Belén Cuesta, Jorge Suquet, Hildegard Schorroedter, Rainer Reiners, Chacha Dueso, David Selvas i Marina Gatell. Música Diego Navarro, Fotografia Rafa Lluch, Compañías: Rodar i Rodar y Barry Films


Ni la muerte, ni la fatalidad, ni la ansiedad pueden producir la insoportable desesperación que resulta de perder la propia identidad
H. P. Lovecraft.

La cita inicial de la película marca el tono del film y nos da pistas sobre su temática, al menos para mí espectadora marcada por la literatura. 

El nombre de Lovecraft me evoca un tipo de terror que se ha etiquetado de cósmico y de psicológico. Así pues, puedo esperar que, como ocurre en El Cuco, unas fuerzas maléficas ancestrales con cierta aura mítica se vayan apoderando de los protagonistas y que la raíz de la angustia que me traspasa la pantalla nos lleve a preguntarnos en qué consiste ser nosotros mismos. Este momento clave se concreta en la película cuando la protagonista pregunta al que será el padre de su hijo: Pero tú ¿quién eres? 

El tono a la vez brillante y apagado de las imágenes, los paisajes de la Selva Negra a vista de pájaro, el espejo que pregunta y contesta de una casa de diseño, la habitación escondida, las pastillas negras, los tatuajes misteriosos, las alusiones a cuentos tradicionales, los homenajes a la tradición fílmica, las máscaras, los relojes —protagonistas de una magnífica escena—... se convierten en inquietantes síntomas del terror más insoportables que la muerte de no saber si podré continuar siendo quien soy. 

El intercambio de viviendas, entre una pareja joven de Barcelona que quiere pasar unos días de vacaciones antes del nacimiento de su hijo y un matrimonio maduro que residen en la Selva Negra, es el motor argumental de la película. La estructura del relato consiste en las clásicas tres partes de planteamiento, nudo y desenlace y la originalidad radica en que estas partes reciben el nombre de las tres reglas básicas de todo intercambio de vivienda basado en la buena fe que en cada caso quedan cuestionadas. Ni se respeta la vivienda, ni nadie se deja acoger por ella, ni dejan las cosas como estaban. No hay ni buena fe ni reciprocidad entre los huéspedes y el pacto se rompe como cuando el cuco esconde su huevo dentro de un nido del cual será el único que sobrevivirá. Mientras, me pregunto:

Estamos hablando de la casa o de dónde habita el alma, el cuerpo que nos acoge?

Podemos transmigrar de cuerpo en cuerpo como si cambiásemos de casa? 

Habrá alguien que logre sobrevivir de alguna manera a la maldición del cuco? 

Las preguntas se van contestando en la pantalla y, al fin, salgo de la sala oscura, como debe ser, sonriendo por los toques de humor que alivian la tensión y satisfecha de la forma como se trenzan una intriga inteligente, una realización magnífica y unas interpretaciones brillantes que merecen atención y buena crítica. 





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