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dilluns, 2 de juny del 2025

Arturo Pérez-Reverte (2024) La isla de la mujer dormida. Madrid: Alfaguara



Cincuenta años de la muerte de Franco y otra novela de espías. 

Nos encontramos en plena guerra civil y en el marco incomparable de las islas Cícladas y de Estambul. Marinos y corsarios, concomitancias clásicas y una mujer en un ambiente cargado de testosterona: la novela prometía. 

Reconozco el saber hacer del novelista fraguado en crónicas de guerra, he tenido la satisfacción de encontrar un léxico elaborado y algún uso del pronombre cuyo que me ha despertado buenos recuerdos, pero me ha pesado el lenguaje excesivamente académico y poco adaptado al grupo de piratas a sueldo que se enfrentan, con un par, a las poderosas huestes soviéticas. 

En mi caso, las buenas expectativas de La isla de la mujer dormida no se han cumplido, debido, en buena parte, a que las mujeres de esta obra están dormidas, es decir, sometidas. Buena metáfora es el cenicero con una mujer desnuda donde vierte las cenizas de su pipa el inefable dueño de la isla en cuestión. No me quejo de que quede constancia de este sometimiento, sino de la superficialidad con la que se trata. 

La mujer del protagonista es una carga que soportar el marino refugiándose en el mar, la cocinera aliviará las urgencias sexuales de los corsarios cosa que repercutirá en la economía del marido, después de las comilonas de los espías dobles siempre hay un par de prostitutas de postre y Lena, la dama que parece que puede llegar a mover los hilos del argumento, es una cocainómana que no encuentra su lugar en el mundo, tal como apunta la cita de Joseph Conrad con la que se inicia el libro y que me hacía esperar una mayor profundidad en el tratamiento del personaje y no una réplica más del tópico de la mujer fatal. 

No es Conrad quien guía la escritura de Reverte. Le falta calado. Diría más bien que el novelista se ha dejado llevar por el esquema de las novelas de espías con glamour que propiciaron el éxito de Phillips Oppenheim, lectura favorita del barón Katelios, dueño de la isla.

Ahora bien, allí donde mi decepción ha tocado fondo ha sido en las analogías con las gestas de Odiseo-Ulises: mucho ruido y 
pocas nueces.

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