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diumenge, 16 de desembre del 2012

Las metáfors artísticas de Eduardo Mendoza en Riña de Gatos


Las pinturas de Velázquez y de Tiziano están utilizadas como contrapunto de estados anímicos o situaciones vitales con las que se encuentran paralelismos. Veámoslo.

“Velázquez (...) se retrató (...) representando a su propio personaje en Las Meninas. En esta última obra luce ya la cruz de la Orden de Santiago que lo acredita como gentilhombre, pero su imagen es también la del hombre cansado  que ha visto realizado su sueño tras una vida de afanes y renuncias y se pregunta si valió la pena. Hoy Edwin Garrigaw se hace la misma pregunta.” P. 149.

–Éste es el problema endémico de los españoles (…) Tenéis intuición pero carecéis de metodología. Hasta Velázquez cojeaba de este pie. ¿Puedes creer que con toda su formación técnica (…) nunca llegó a dominar las leyes elementales de la perspectiva? P. 252

“Los enanos no contestan. Miran hacia delante, pero no al espectador, sino a otra cosa, seguramente al propio Velázquez que los está pintando, quizás al infinito. Esta indiferencia no sorprende a Anthony, que no esperaba más. Para él los enanos representan al pueblo de Madrid, compañeros mudos en un viaje al abismo.” P. 261.


“–¿Cree usted que la Venus le trajo mal fario?
–Creo que después de pintar ese cuadro o mientras lo pintaba, Velázquez atravesó una tremenda crisis personal de la que nunca llegó a reponerse, y que la causa real de la crisis está en el cuadro. Llevo años discutiendo este punto con un experto inglés. (…) A él no le gustan las mujeres, y quizá por este motivo… En fin dejemos eso. Ahora importan los problemas personales de Velázquez, no los míos.
–A lo mejor coinciden –dijo Paquita. “ P. 191.
















 
 “… los ojos del fugitivo tropezaron con La muerte de Acteón. Siempre le había inquietado aquella pintura y en las circunstancias presentes su visión le conturbó doblemente. (…) la imagen del arrogante cazador condenado a una muerte cruel, destrozado por los perros, sólo por haber gozado sin querer del contacto fugaz con una diosa asequible pero inmisericorde, tenía mucho en común con su propia experiencia. (…) Quizá también el sublime pintor veneciano había tenido un encuentro sin perdón y había recibido la flecha inexorable, pensaba Anthony.“ P. 306-307.


“–Muchos piensan que estamos justamente en esta situación. La falta irreparable ya ha sido cometida, la flecha dejó atrás el arco; sólo nos queda esperar a que nuestros propios perros nos hagan pedazos.” P. 337.

Esta situación es el preludio de la Guerra Civil y toda la novela se puede leer como un viaje artístico en medio de una realidad conflictiva.


Eduardo Mendoza (2010) Riña de gatos. Barcelona: Planeta.


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