Es impresionante la cantidad de literatura utópica que
existe, incluso desde antes de publicarse la obra de Tomás Moro. Quizás en la
composición de nuestro ADN humano exista una letra que pueda explicar esté afán
de conseguir una sociedad mejor: más justa e igualitaria.
En este libro se constata que "la utopía no es el
ámbito de lo imposible" y que "tampoco está en ninguna parte" de
hecho han existido muchas sociedades utópicas y, seguramente, muchos elementos
de la actualidad habrían sido considerados utópicos por generaciones
anteriores.
Lo que sí está claro es que sin el concepto de utopía
"la humanidad nunca habría avanzado en su lucha por mejorar". P. 15.
En la encrucijada actual quizás necesitemos más que nunca este concepto. Pero
cuidado, en nombre de la utopía se han realizado barbaridades sin cuento y el
siglo XX ha sido un buen ejemplo: la resurrección de Alemania, engendró el
nazismo y el comunismo degeneró en estalinismo.
Como la metáfora puede ser un poderoso instrumento del
conocimiento de una gran belleza y, a la vez, ser peligrosamente sofista, así
también, la utopía puede ser motor de cambio y arma del fanatismo.
¿Podemos pensar en utopías sin mayúscula que nos ayuden a
evitar el negro futuro, utopías modestas pero realistas y sensatas bien
planificadas, pero alejadas de las formas de autoridad tradicionales?
Podemos "mantener el compromiso con la reducción, si no
eliminación, de la pobreza, y al mismo tiempo a hacer frente a la catástrofe
medioambiental limitando las necesidades y el crecimiento de la población.
(...) Podemos adherirnos a una nueva forma de austeridad y alcanzar una cierta
sobriedad tras la embriaguez de la autocomplaciente cultura del consumismo.
¿Podemos, pues, seguir pensando en la utopía? Con cautela,
sí." P. 211-212.
Concluye Claeys.
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