Lidia Falcón en el acto de presentación de la novela en Barcelona
Novela de tesis: no podemos olvidar ni a los policías que
torturaban en Via Laietana, ni a los
que los encubrían. Debemos recordar quiénes eran los que se repartían el pastel
urbanístico de Barcelona. Es necesario proclamar que no se insistió demasiado
en pedir la amnistía por Puig Antich, porque no convenía al incipiente eurocomunismo.
Las metáforas se usan casi únicamente para retratar a
ciertos personajes animalizándolos:
"A Evaristo le gustaba imaginar a la gente con aspecto
animal, así a su madre la comparaba a una
perdiz, con aquella papada y el vientre que aumentaban cada año, y en aquel
momento veía al comisario como un
bulldog, aunque pensó que le hacía poco favor a los bulldogs, porque a él
le gustaban los perros, mucho más que las personas. Pero aquella cara gorda, de
rasgos pronunciados, con el cuello redondo y los ojos saltones y enormes debajo
de las cejas espesas parecía el retrato de... pensó un momento, y se imaginó un rinoceronte sin el cuerno. Pero bien hincaba el cuerno el Creix cuando
tenía una víctima a su disposición. Le gustaba pegarles él mismo, y así
participaba en la "rueda" cuando varios policías se ponían en corro
alrededor del preso y le gritaban y le golpeaban a la vez." P. 190.
En el siguiente caso la identificación de un personaje con
los cactus se explicita también con toda claridad:
"Pedro Durán Farrell estaba en mangas de camisa,
pantalón de pana y alpargatas trabajando con una pequeña azada en unos tiestos
que exhibían las diversas y torturadas siluetas de cactus de todas la formas.
(...) Muchas tenían flores de grandes a pétalos de todos los colores, rojas,
rosadas, blancas, malvas, con pequeños lunares, formando un conjunto hermoso y atractivo y a la vez inquietante,
porque a nadie se le ocultaba que todas eran peligrosas. A Ramón se le
ocurrió pensar si aquel jardín no sería una metáfora del propio dueño." P.
174-175.
Del jardín de Premià
de Dalt, en el que hacía de jardinero el introductor del gas natural en
España, a las noches de Bocaccio; de las reuniones clandestinas de células del
PSUC, a las de empresarios y de vecinos afectados por las reformas, los
escenarios del fin de la Dictadura se van sucediendo, mientras unas mujeres se
afanan en intentar salvar a Puig Antich.
La línea maestra de la novela es la lucha, que pronto se
revela inútil, de la protagonista que la prosigue para intentar escapar de lo
que se adivina como el inicio de una democracia burguesa desvirtuada que no
satisface su afán utópico. Su nombre es Marcela por la pastora valiente y
rebelde que aparece en El Quijote:
todo un símbolo.
Se produjo una transición sin ruptura y hoy pocos se
preguntan qué ha sido de muchos de los personajes que aparecen en esta novela:
Lidia Falcón deja su testimonio.
Marcela defiende su libertad en el entierro de Crisóstomo
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