El mito de Orfeo actúa de fértil sustrato en
muchas obras artísticas porque en él se plasman grandes temas: el amor y la
muerte, el poder del canto y del silencio, el arte y la naturaleza,
la pervivencia y el viaje, los límites de la locura y las borrosas fronteras de
los sexos.
Todos ellos están
hábilmente conjugados por Mazucco a partir de la poesía de Rilke que da nombre
a la novela
Ella, tan amada.
George Frederic Watts. Orfeo y Eurídice, 1875 |
Eurídice será la vital y apática protagonista
Anne Marie Schewarzenbach que se nos presenta montando en bicicleta por un
paisaje idílico que la lleva a la muerte:
"su sombra oscura se desliza sobre la
superficie del lago –leve, silenciosa, inaprensible." P. 10
La rica adjetivación se repetirá en la prosa
exuberante de Melania G. Mazzucco que, como un nuevo Orfeo, pretende salvar del
olvido-infierno a la protagonista.
"Esa sombra alargada, inconsistente, tiene
algo de espectral." P. 15.
"... inalcanzable, misteriosa, como un
ángel sin sexo seria y terrible." P. 41.
"andrógina, exigente, severa." P. 40.
Como el "vano fantasma de niebla y
luz" la intangible amada de la rima XI de Gustavo Adolfo Bécquer.
Pero antes de morir, Anne Marie estará en todas
las tormentas del siglo XX y en casi todos los escenarios posibles. Será como un efebo de Skopas, un ángel de Boticelli o una aguerrida Juana de Arco. Tendrá grandes
amistades, además de la intimidad con la morfina y, al fin, encontrará la salud
moral en la soledad de un viaje al corazón de las tinieblas en donde la
escritura será su droga.
Skopas, Pothos. Copia romana |
Será arqueóloga y se dejará subyugar por
los decadentes paisajes orientales a la luz del atardecer:
"Un mismo color teñía las calles, los
campos, los muros y las casas de Persia: era el color del polvo, de la arcilla
cruda y del color de los camellos. Ella lo definía como el color lepra. En la
hora muerta, todo se volví opaco, el mundo parecía petrificarse. " P. 192.
"... aduanas, alfombras, angustia, bazar,
castillos, chacales, cuarentena, curas, ébano, fiebre, joyas, harén... "
P. 174.
Edvard Munch, El beso de la muerte (litografía, 1899) |
Pero la muerte la espera como una amiga en su paraíso de Engadina para que
dance con ella, con la música de la canción de Schubert, "La muerte y la doncella".
Del mismo modo que Charlotte de David Foenkinos que, como veremos próximamente, también
se nutre del mito de Orfeo.
Los libros se enredan como cerezas en un cesto de mimbre.
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