No
tenemos enmienda.
Quien
es una ave migratoria, como la madre del relato “Cajas”, seguirá fiel a su
destino y dejará su familia para volar.
Un
teléfono suena en la noche y el habitante del apartamento se angustia como si
fuera un aviso de la muerte, “como si hubiera cruzado alguna suerte de línea
invisible” o como si se hubiera topado con el anterior inquilino que durmió en
aquella cama, quienquiera que fuese.
La
visita a la ex se convierte en una ansiada pesadilla y en materia literaria
¿Hasta dónde llega el derecho a la intimidad?
Si
siempre hemos olvidado a los nuestros, continuamos así. Si anduvimos en su
ayuda, continuamos haciéndolo como un coche a toda marcha y “a velocidad de vértigo.”
No nos
habíamos percatado de que “tomar esposa es dotarse de una historia” y, cuando
el cuento termina somos como “caballos en la niebla.”
Afortunadamente,
Carver sabe que hay detalles que nos pueden ayudar a escapar de este destino
fatal y que permiten evadirnos de la rueda de la fortuna. Detalles bellos que
rubrican nuestros actos, que nos acompañan y consuelan: las hojas secas, la lectura
y las tres rosas amarillas en homenaje a Chejov.
¡Magistral, Carver!
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