Me lo regaló una
buena amiga con la sana intención de que me diera la risa. Lo siento, pero no ha conseguido hacerme reír.
Desde luego, algunos
días te sientes como si estuvieras reencarnada en una hormiga o en un caracol y, claro, la perspectiva de la reencarnación en sucesivos animales puede ser
una buena óptica para realizar una aguda crítica social.
Como la que se pone
en boca de Einstein:
“Lo que significa que
el mayor avance de las últimas décadas es un teléfono portátil con el que se
puede ver pornografía, ¿es eso?”
De todas formas,
salvo excepciones, estas reencarnaciones están tratadas como una segunda
oportunidad para enmendar errores, reencontrarse con los muertos y tal.
Entonces la narración
pasa a ser una especie de parodia de manual de autoayuda que no me ha parecido
cómico, sino tópico.
No le veo la gracia a
comparaciones como:
“Delgado y con gafas,
era el único de los tres que no parecía de tan mal café como un salafista en un
concierto de Miles Cyrus.”
Será que mi sentido
del humor va por otros caminos.
La única metáfora que
me ha interesado es la de “familia patchwork” que se aplica a familias
reagrupadas o construidas con fragmentos de otras y que cierra el libro.
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