Un libro de memorias es una recreación del pasado, una lucha contra el olvido y, a la vez, un registro de ausencias. Lo sabe bien José Miguel Monzón.
“Esta máquina destructora de documentos que tenemos metida en la cabeza
selecciona quién fui i quién no fui según un mecanismo de selección cuyo
criterio desconozco.” P. 14.
Debo tener la misma
máquina en la cabeza porque reconozco como míos muchos aspectos del escenario de los años de infancia
y juventud del autor. Puede que la razón estribe en que:
“Los adolescentes de mi época adolecíamos de todo.” P. 17.
Coincido también con la
desazón, que no claudicación, ante la realidad político-social:
“Una pena que estemos perdiendo lo mejor de aquel siglo y heredemos
todas sus miserias acrecentadas.” P. 317.
Porque, entre otras
miserias:
“Nunca, como ahora, la libertad ha estado tanto en la boca de sus
enemigos.” P. 95.
¡Que José Miguel Monzón continúe
fiel a sus orígenes artísticos como agente
doble en el colegio de los Agustinos por muchos años y que su lúcido humor nos
acompañe!
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