Una de espías, pero de espías de carne y hueso, de personas como tú y como yo que un día deciden cruzar al lado oscuro, porque no hay otra opción decente. Es lo que hace el médico protagonista que aunque se convierte en un perdedor, nunca será un derrotado.
La prosa de Almudena Grandes humaniza a sus personajes y los convierte en los verdaderos hacederos de la historia. Destacan, claro está los republicanos que conservan sus ideales durante la dictadura y que no ser resignan a dejar de luchar, pero dibuja todas las contradicciones de vencedores y vencidos.
El doctor García es uno de estos héroes anónimos: crea un hospital de sangre, cura procesos infecciosos, extrae tumores infiltrados, después sutura y, aunque las cicatrices duelan con los cambios de tiempo, ve perpetuada su lucha.
Este conjunto de metáforas son las que nombran las cinco partes de la novela ( "I Hospital de sangre", II Procesos infecciosos, III Tumores infiltrados, IV Puntos de sutura y V Las cicatrices duelen con los cambios de tiempo )y nos guían a través de heridas todavía abiertas.
Almudena Grandes "nos consuela y cura" en palabras prestadas de Luis Cernuda que encabeza estos Episodios de una Guerra interminable. Lo hace dando vida a este doctor y llamándolo precisamente García, el apellido más común en España.
Sólo me detendré en algunos fragmentos que muestran cómo la pluma de la autora es un estilete que disecciona los sentimientos.
Así la ira se convierte en un "punto de luz blanca entre las cejas" P 37.
La joven Agueta embutida en su uniforme de niña de las juventudes hitlerianas que le viene pequeño en una especie de "ángel que hubiera descendido directamente de su nube hasta un burdel" P. 313.
El subidón de incorporarse a una aventura patriótica peligrosa se contempla como "esa euforia puntiaguda, efervescente, que otorgaba una placentera relevancia a cada centímetro de su piel y le obligaba a sonreír sin proponérselo. P. 353
Y la bailadora de tango, empoderada por la música, se sirve del compañero de baile como de "un poste de madera":
"... él hacía su papel con destreza y sin pasión , prestándole su cuerpo para que ella brillara como una estrella oscura, adornándose con los ojos de quienes la miraban como si fueran un trofeo desdeñable, digno del desprecio que mostraba hacia ellos, hacia todo lo que no fuera el ritmo de su cuerpo en movimiento" P. 623
Las imágenes no son meros adornos están ancladas en su prosa, son parte de la encarnadura narrativa y, como nos tiene acostumbrados, brillan especialmente en las escenas eróticas que se convierten en recreaciones de sensaciones:
" La sensación de plenitud que se irradiaba desde mi sexo hasta la partícula más pequeña del aire que respiraba me impedía pensar, comparar, resistirme a la marea de espuma sonrosada y dulce, como un mar de vainilla, donde me mecía como un leño que florara a la deriva en una tempestad sobre la que no poseía control alguno, un náufrago que en su repentina fragilidad se sintiera más poderoso, más consciente y seguro, más vivo que cuando miraba al horizonte desde la sólida cubierta de su barco." P. 594.
Que por muchos años y muchos libros continuemos gozando con la lectura de la prosa apasionante y apasionada de Almudena Grandes.
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