El principio parece una obertura
operística que describe la pleamar del día que los dioses desaparecieron de la
vida del protagonista y me trae a la memoria los versos de Paul Valery.
Ce
toit tranquille, où marchent des colombes,
Entre
les pins palpite, entre les tombes;
Midi
le juste y compose de feux
La
mer, la mer, toujours recommencée!
Durante todo el relato no perderemos de
vista el mar que acompaña con su presencia inquietante y atractiva el
palpitante río de la vida, mientras que la trama se teje con un vaivén semejante
al de las olas y, poco a poco, dibuja el panorama completo de las ausencias que
marcan la vida de Max Morden, el protagonista y narrador.
No sé cuántas veces el texto recrea la llegada de
las olas a la orilla de la playa, pero si que en cada ocasión lo hace de una
manera diferente y adecuada a la emoción del momento, como en este caso justo
antes de la muerte de la esposa, cuando ella ya le ha dicho que se ha detenido
el tiempo.
«… ni un soplo de brisa movía la
superficie del mar, en cuya orilla las pequeñas olas rompían en una línea
apática, una y otra vez, como un dobladillo vuelto infinitamente por una
costurera soñolienta.» P.201.
Se trata de unas relaciones sutiles, de pequeñeces
que no son gratuitas; porque la orilla del mar es la que separa la vida de la
muerte.
Otros detalles también tienen sentido
como las frutas perfectas de la casa del suegro que revelan un rasgo definitorio
del ambiente familiar: irreal-real. Por lo tanto, debo acoplar la lectura a la
densidad de este mar profundo de escritura.
Me fijo en los nombres propios cuando encuentro el juego de palabras con el doctor De’Ath y la palabra muerte en inglés: Death. Por ello sospecho que el nombre de Chloe, tan frecuente en Irlanda, no es casual sino que nos remite al descubrimiento del erotismo, con sus claroscuros, como es el caso aquí y en Dafnis y Cloe de Longo.
Me fijo en los nombres propios cuando encuentro el juego de palabras con el doctor De’Ath y la palabra muerte en inglés: Death. Por ello sospecho que el nombre de Chloe, tan frecuente en Irlanda, no es casual sino que nos remite al descubrimiento del erotismo, con sus claroscuros, como es el caso aquí y en Dafnis y Cloe de Longo.
Pierre Bonnard, La dama con el perrro en el baño |
Por otra parte, el arte condiciona la
mirada del narrador que contempla la realidad como crítico, aunque diga que es diletante. De este modo, la mano de la esposa enferma se parece a la de la mujer
del Desnudo en la bañera con perro de
Bonnard, y la señora Grace está en la misma posición que la lechera de Vermeer.
Pero esto no es todo porque la sensación de irrealidad de la tragedia también
está contemplada desde este mismo ángulo:
«Todo lo que siguió a continuación lo veo
en miniatura, en una especie de camafeo, o en una de esas imágenes panorámicas,
vistas desde arriba, en las que los pintores clásicos, en un lugar que no era
el centro exacto, representaban la escena de un drama con detalles tan ínfimos
que apenas se notaban entre las extensiones azules y doradas del mar y el
cielo» P. 186-187.
Me pregunto si esta sensación es la que
ha querido plasmar en esta novela de duelo, pero también de preparación para la
muerte.
Y aquí aparece la idea de que la creación
sea literaria o artística, si lo he entendido bien, es a la vez un exorcismo y una pequeña muerte
que ilumina el camino de la definitiva y lo prepara. Quien crea, nunca acaba su
obra, sólo la abandona, como decía Paul Valery y nos recuerda el narrador. Y
mientras trabaja puede experimentar unas sensaciones de éxtasis
que son como pequeñas muertes:
«… en mi escritorio, inmerso en las
palabras, por mediocres que estas puedan ser, pues el mediocre está a veces
inspirado, había sentido cómo rompía la membrana de la mera conciencia para
acceder a otro estado, uno que no tenía nombre, en el que las leyes ordinarias
no actuaban, donde el tiempo se movía de manera diferente, si es que se movía,
donde yo no estaba ni vivo ni lo otro, y sin embargo mas vívidamente presente
de lo que podía estar en lo que llamamos, porque debemos, el mundo real. (…) A
lo mejor todo lo que nos ocurre en la vida no es más que una larga preparación
para abandonarla» P. 79.
Este relato me prepara para adentrarme, acompañada de la belleza, en el mar.
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