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dijous, 12 de setembre del 2019

Paolo Cognetti (2018) Las ocho montañas. Barcelona: Random House. Traducción de César Palma



El protagonista siente fascinación por la montaña, pero logra mantener una distancia que le permite no dejarse atrapar por ella: será el documentalista que narre la cara y la cruz de la experiencia de estar cara a cara con la naturaleza.

Al principio del camino todo es excitación y euforia:

«el sol de la mañana en las piernas desnudas me ponía la piel de gallina.».

 Después, se establece:

“una relación íntima y muda con el cansancio.»

 Y, en la cumbre, nos encontramos con el glaciar que:

 “es la memoria de los anteriores inviernos que la montaña cuida por nosotros.»


Allí se experimenta el imán de las alturas, la tentación de no volver a bajar que si has nacido para ser montañés, es muy intensa porque llega un momento en que sabe que se pertenece al mundo de las alturas:

«…una sensación de intimidad que, al mismo tiempo, me atraía y me asustaba, como un desfiladero en un terreno desconocido.»

            De todas las historias que habitan en estas páginas me quedo con la que plasma el paso de las estaciones, siempre iguales y siempre diferentes, como la descripción del glorioso otoño:


«A mediados de noviembre el cañón de Grana estaba abrasado por la sequedad y el hielo. Tenía el color ocre, de la arena, de la cerámica, como si los pastos se hubiesen incendiado y ya se hubiese apagado el fuego. En los bosques continuaba el incendio.»



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