https://walkwithmemaps.wordpress.com/2013/03/27/mapas-que-estan-vivos/Afegeix la llegenda |
“Lisboa es la punta del dedo de Europa. Y todo lo que Europa es y significa está condensado en esa punta. Demasiado. Es una cisterna llena a rebosar… y cada vez que un barco zarpa el nivel de agua baja un poco.” P. 109-110
Lisboa 1940: embalse
de refugiados, laberinto de historias, ciénaga de vidas, punto de encuentro,
puerta de huida o callejón sin salida.
Entre las tragedias
vitales de la multitud que huye de la persecución y de la guerra, dos parejas
de snobs, los Winter y los Freleng, parecen llevar una vida frívola mientras
esperan embarcar en un barco hacia los Estados Unidos en el que, como privilegiados súbditos,
tienen plaza asegurada.
Pero esta aparente
ligereza y camaradería en la que viven, esconde turbios secretos que no tardan
en estallar. Entonces, el pantano de Lisboa y el ritmo moroso de aguas
estancadas de la narración se precipita y los juegos de cartas con el que Julia
hace interminables solitarios adquiere su verdadero sentido: hace tiempo que
las cartas están echadas y no se puede huir de uno mismo.
Sólo Peter Winter, el
narrador, parece encontrar un nuevo sentido a su vida a partir de un objeto que
también le caracteriza: su coche. Los automóviles le han permitido ganarse la
vida y, ahora, le proporcionan la excusa para dejarse de frivolidades, ser útil
a la sociedad y a la vez encontrar un nuevo amor. Un golpe de suerte o una
especie de “hada verde” intuitiva y certera.
“Quizá el instinto
mismo es una suerte de “hada verde”, cuyo sabor amargo atemperamos con
excusas”. P. 120.
Naipes frente a
automóvil, ficción frente a realidad, este es el dilema y el juego novelesco,
tal como ocurre en las novelas policíacas que escriben los Freleng donde se
mezcla ilusión y vida.
Las cartas, el
automóvil y, también, la perrita Daisy actúan como símbolos que caracterizan a
los personajes que acompañan.
Veámoslo:
Peter Winter nos dice
de su amigo Edward: “Su voz era suave y dura al mismo tiempo, como el ruido de
los neumáticos de un coche sobre la grava mojada”. P. 17.
Continúa comentando
que Edward Freleng lo guía:
“tirando de mí como
podía tirar de un perro con correa” P. 27.
Una situación tensa,
de las muchas que aparecen, es vista por el narrador como:
“...cuando tienes el
coche parado ante un semáforo en una pendiente muy inclinada, y debes pisar el freno y simultáneamente meter la marcha.” P. 198.
No se acaban aquí los
símbolos.
Las dos parejas,
huyendo de los nazis, han ido a parar a dos hoteles con el mismo nombre alemán.
Se me antoja que el elemento fundamental que representa el juego de espejos
dobles que se establece entre los Freleng y los Winter es la puerta giratoria.
https://actualidad.rt.com/sociedad/view/96005-video-torbellino-acuatico-muerte-breta%C3%B1a |
“Siempre me han
encantado las puertas giratorias, el espejo y el remolino en ellas; cómo,
cuando pasas a través de ellas, por espacio de un instante estás sellado, en un
ataúd, secuestrado en el interior de una cuña de vidrio.” P. 29.
Así están los
personajes: secuestrados en un remolino. Saldrán de él y cada uno seguirá un
camino diferente. Menos la que se quedará en el ataúd.
Al final, nos queda
un pequeño detalle que el autor tiene a bien decirnos que es falso: en 1940 no
había pavos reales en el Castelo de Sao Jorge de Lisboa. Pero el escritor quiso
que los hubiera, porque sin ellos no hubiera podido cerrar la narración con
esta sinfonía de metáforas tras su ruptura con Edward:
“Entonces el pavo
real floreció todo entero (…) como si, de entre sus plumas blancas, brotara un
millar de diminutas aves blancas, un millar de diminutas aves blancas que
alzaban el vuelo hacia el cielo. Las palomas rezongaron, como acusando un
dolor. Se levantó una brisa, contra la que la cola desplegada era como una
vela…
http://www.bioenciclopedia.com/pavo-real/ |
Finalizó el espectáculo. Daisy dejó escapar una serie de ladridos que eran como un claxon. Las plumas se plegaron, como unas cartas magistralmente cerradas en abanico.”
Fin del affaire y fin
del juego.
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