He vuelto a regalarme una del comisario
Montalbano.
En este caso se trata de una novela escrita en
2008 y que ha tardado en publicarse en italiano hasta 2013 para no coincidir
con el espinoso tema que trata y que ya había aparecido en La luna de papel de 2004.
A Camilleri le gustan los retos y profundiza en
temas complejos como el que aquí aparece y que no desvelaré.
Parece que el autor, que ha creado unos
personajes y un mundo a la medida del Mediterráneo, detesta la rutina tanto
como el comisario Montalbano detesta la burocracia:
“la burocracia podía compararse con un universo
carcelario, una especie de inmenso campo de concentración·” (P. 21)
Por esto acepta el desafío de temas comprometidos
y los contempla con su mirada especial y valiente del mismo modo que su
comisario cambia la rutina de recitar las tablas de multiplicar, para
entretenerse mientras espera que el interlocutor conteste al teléfono, por la
recitación de fragmentos de la Ilíada.
Quizás un día me sorprenda y aparezca Livia, la siempre
lejana novia de Montalbano, cocinando un delicioso rissotto para ella sola.
Me temo que ya puedo esperar este día bien sentada.
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