Leer En tierra de Dioniso ha sido volver a la Grecia que más me ha marcado y que para mí es la tierra de Orfeo.
Siento también la inquietud de buscar geopoèticas personales y disfruto con los detalles que Annie Dillard, citada en la página 110, nos insta a no pasar por alto y que Maria Belmonte nos regala: los insectos y larvas bajo una piedra, las flores del azafrán o el trabajo de orfebre que recrea motivos vegetales.
«Los orfebres que trabajaban en Macedonia alcanzaron la perfección en aquellas obras de oro batido y labrado que representaban con una increíble precisión todas las características de una humilde bellota, de las hojas del roble, del olivo y de la hiedra o de las flores de mirto con sus minúsculos estambres y pistilos.» (P. 116)
Lo apolíneo y lo dionisiaco se entrecruza: clasicismo y helenismo, politeísmo y monoteísmo, viajes que amplían horizontes físicos, como el de Alejandro Magno y periplos interiores, como el de los anacoretas. Pero hay unos momentos en que la narración se remansa y las epifanías sintetizan esta dualidad perenne.
Porque los detalles y las historias que los religan son el trampolín para que el viaje exterior y el interior se fundan. Veamos como al contemplar el monte Athos desde el barco de regreso:
«Escuché todo lo que ese memorioso paisaje de rocas, bosques, calas recoletas y caminos antiguos me contaba. Cerré los ojos y, por un instante, sentí que había estado allí y que el paisaje me saludaba. Porque las personas olvidamos, pero los paisajes tienen memoria». P. 170.
Acudo a mi diario de nuestro viaje a la Macedonia griega y regreso a la tarde del 28 de julio de 1996, a bordo del Safo siguiendo la ruta de Mitilene a El Pireo, la tarde que escuché por última vez las palabras de Jesús Lenz, la tarde que charlamos con nuestros compañeros de viaje: Ricardo, Carmen, Sara y Curra en una cubierta salpicada por el mar…
«el capvespre en que vam pasar sota Sunion. Aquest va ser el moment en que va acabar el viatge on hem estat jugant a fer arqueología material i intel.lectual en una butllofa de temps. L’estona en que:
La mar mirallejava només per a un llagut.
Jo veía l’or del dia que sobre la mar s’escola.”
La lectura de En tierra de Dioniso ha sido un ejercicio de nostalgia positiva, como todo regreso fructífero.
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