Adaptarse al nombre que nos ponen al nacer puede resultar tan complejo como adaptarse a los zapatos de otra persona, tal como intenta Ashima, la madre del protagonista, al calzarse los del que será su marido, Ashoke, justo antes de conocerlo.
"Ashima, incapaz de resistir un impulso repentino e
imperioso, se puso aquellos zapatos. Los restos de sudor de su propietario se
mezclaron con los suyos y su corazón empezó a latir con fuerza; aquello era lo
más parecido al tacto de un hombre que había experimentado nunca." (P. 18)
Recién casada con aquel desconocido empezará una nueva vida
en USA y, lejos de su Calcuta natal, juntos vivirán la difícil adaptación a nuevas
costumbres que moldearán poco a poco sus tradiciones.
De todas estas complejidades trata con trabajada sencillez El buen nombre, una novela redonda que empieza y
acaba con la lectura de un relato que absorbe y que da sentido a la
vida, tanto que el nombre de su autor será el que Ashoke escoja para su
hijo: Gogol.
Identificarse con este nombre raro, es tan difícil como
convivir con la pareja o como asimilar y sintetizar culturas distintas. Al
protagonista le cuesta un tercio de su vida y, al final, se intuye
que cuando termine de leer El Capote
de Gogol, por fin, puede ser que le suceda como a su padre y se produzca la
magia de la literatura que arroja: " luz sobre todo lo irracional, sobre todo
lo inevitable que hay en el mundo." (P. 24)
El protagonista de El
Capote tiene también dificultad para que se le asigne un nombre y termina con el mismo que su padre: Akakii. Parece que los nombres de los padres de Gogol, también con A inicial, evoquen al desgraciado Akakii. Sutilidades. Entre ambas historias existe una relación delicada y compleja, como la escritura de
Lahiri.
El universo simbólico de El buen nombre es peculiar. Al principio, los ritos y las tradiciones tienen mucha presencia y van cediendo el paso a
mesuradas metáforas y comparaciones que adquieren más visibilidad al final.
La plasmación de los estados de ánimo, por ejemplo, da
ocasión a paralelismos complejos e interesantes:
Gogol se alegra de retener facilmente las imágenes de Maushumi:
y cuando pierde a su esposa se siente:
"como si acabara de descubrir un talento innato para un deporte al que
nunca hubiera jugado"
(P. 201)
y cuando pierde a su esposa se siente:
"como si un edificio en cuya construcción hubiera participado se hubiera
derrumbado
delante de todo el mundo." (P. 291)
De entre todas, me quedo con la reflexión de Ashima cuando
estaba embarazada de Gogol:
"ser extranjera es una especie de embarazo
permanente." (P. 60)
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